3 October 2010

6 de Septiembre de 2010


La noche anterior me había enfadado con Nana. Mar me llamó por la mañana, pidiéndome que estuviera con ella, no se sentía bien. Por la mañana fuimos a comprar un par de cosas y más tarde me invitó a comer. Esa noche, como teóricamente todas las noches entre semana, habíamos quedado a las 22.30 en la plaza de la Concordia. Pero no había nadie. Decidimos pedirnos una pizza en el italiano y más tarde subimos a mi piso. Cuando estábamos a punto de bajar, llamaron al telefonillo. Era Nana. “Ya bajamos”.

En el portal solo podíamos ver a una Nana un tanto mosqueada. “Ya verás como ahora dice: nunca me avisan para salir”, le dije a Mar. Y exactamente, fue eso lo que dijo. Le dijimos que habíamos pedido una pizza, que viniera con nosotras. Pero se negó, ni si quiera nos miró a la cara, y cambió de acera. Esa noche no me dirigió la palabra. Tuvo que venir Manu a hablar conmigo.

-          ¿Te pasa algo con Nana?
-          Que se ha enfadado.
-          Sí, ya la veo, ¿pero qué te pasa con ella?
-          A ver, que no es con ella. Es con todo. Estoy harta de ser la única idiota que esté dando todo el tiempo, si ella quiere hablar conmigo, que venga y lo haga. Simplemente llega un momento en el que me canso de dar tanto cariño y no recibir nada a cambio ¿vale? No sé si es cosa de su bipolaridad o ella es así. Pero últimamente solo escucho de ella “Préstame esto” y cosas similares, y mira, ya he demostrado que no me importa, pero que al menos me hable y no sea para insultarme. Y tú sabes que tengo razón. Déjame ser orgullosa por una vez.
-          No, si en este tema ya sabes que yo no te puedo aconsejar.
-          Claro que no. No puedes dar un consejo y no seguir tus propias palabras.

Me abrazó. Creo que era la segunda vez que Manu me veía mal en todo el tiempo que llevamos de amigos.

No comments:

Post a Comment